Marzo 2023

El Canal de Medina

El «nuevo paradigma»

En 2015, la editorial sevillana Libros de la Herida publica Tartessos. Un nuevo paradigma, donde propongo y señalo una ubicación concreta como solar de la legendaria ciudad que la Biblia llama Tarschisch y los griegos clásicos Tartessos, un emporio material y cultural cuya localización es hoy, a decir de algunos, el principal desafío que afronta la arqueología ibérica.

La existencia de aquella ciudad está acreditada en textos históricos indiscutibles, y de su antigüedad habla el lugar que ocupa en la propia génesis de los mitos griegos (los Campos Elíseos). Incluso se sabe con certeza que estuvo en la zona atlántica andaluza, entre Gibraltar y el Guadiana, aunque su solar concreto no se ha localizado todavía.

Para entender la relevancia de este nombre en la historia antigua hemos de recordar un hecho esencial: el continente europeo estuvo dividido durante largos siglos entre un ámbito marítimo mediterráneo que usaba la escritura y otro atlántico que no la usaba. Esos dos mundos no se mezclaban, ni siquiera se comunicaban; en el siglo V aC, Heródoto declara expresamente que jamás logró conocer a un visitante del océano.

Efecto de esa dicotomía es que si bien sabemos con algún detalle lo ocurrido entre los antiguos pueblos mediterráneos europeos, de los atlánticos sólo conocemos lo que alcanzamos a deducir o suponer a partir de sus restos arqueológicos. Así se entiende el interés por Tartessos: es la única referencia que transmitieron los textos mediterráneos sobre los pueblos atlánticos, habitantes del Más Allá del mundo… entiéndase del mar que era su mundo. La única referencia histórica, porque de aquellos mismos tiempos nos llega una segunda referencia a otra ciudad atlántica, si bien ésta posee un carácter legendario o mítico. Hablamos de Atlantis, la Atlántida, según la describe Platón en sus Diálogos. Y ya que no conocemos más que esas dos referencias parece razonable suponer que ambas, la histórica y la legendaria, pudieran haber aludido a la misma realidad.

Heródoto afirma que los griegos llegaron a Tartessos dos veces. La primera accidentalmente, a finales del siglo VII aC; la segunda, invitados oficialmente por su rey Argantonios, a mediados del siglo siguiente. No hay noticia de que los griegos visitaran ninguna otra ciudad atlántica, de manera que el profesor Adolf Schulten pudo proponer el siglo pasado que la Atlántida fue una fabulación platónica sobre la realidad mucho más escueta de Tartessos. Y a los mejores mitógrafos de su tiempo, como Jessen o Hennig, la propuesta de Schulten les pareció el huevo de Colón.

Las mismas buenas razones que esgrimió Schulten hace un siglo para la identificación Tartessos = Atlantis seguirán siéndolo mañana. Parece posible que Platón llegase a conocer la descripción de Tartessos que hiciera un siglo antes la embajada griega al reino de Argantonios y sacase de allí su Atlantis. Para disfrazarla la habría fabulado exagerando sus datos con voluntad de hacerlos inverosímiles. Como cuando describe el tesoro de su templo (que ha atraído a tantos cazatesoros siglo tras siglo) o cuando explica pormenorizadamente la increíble magnitud de los canales que rodean la capital. Concretamente este de los canales es uno de los datos característicos de Atlantis .

La hipótesis que desarrolla mi planteamiento es resultado de una larga inmersión en las fuentes históricas, sobre todo en el extenso poema titulado Ora Maritima (“Las orillas del mar”) de Rufo Festo Avieno, el texto decisivo sobre Tartessos. Dicha obra, analizada a fondo por Schulten hace ahora cien años, fue impresa en Venecia a fines del siglo XV a partir de un manuscrito latino del siglo V que a su vez traducía un texto griego anónimo de mediados del VI aC, de manera que la información que contiene ha dado un salto de dos milenios y medio hasta llegar a nosotros: el poema fue compuesto hace 26 siglos, traducido al latín hace 16 y publicado como incunable hace 6.

Describe un viaje costero entre Marsella, que era entonces colonia griega, y Tartessos, ciudad del sur de Iberia, con el inconveniente de que los accidentes geográficos tienen, por supuesto, nombres distintos a los actuales. Además, las distancias que los separan se expresan en singladuras, o sea, en jornadas de navegación. La magnitud media de tales singladuras ha sido una incógnita hasta la aparición de este libro, donde (a partir de los propios datos implícitos en el poema original) queda establecida en 90 millas náuticas.

A partir de ese dato ha sido posible identificar el límite occidental de Tartessos, (cabo de Saturno) con el cabo de Trafalgar, así como parear el río que desemboca a su pie, que el poema griego llama Hiberus o Tartessos, con el actual río Barbate.

Remontándolo por encima del punto en que recibe el caudal de sus tres ramas orientales, a partir de donde toma el nombre de río del Álamo, las indicaciones del viejo poema conducen a una llanura interfluvial en el término de Medina-Sidonia, una isla entre las dos ramas en que se abre el río del Álamo para volver a cerrarse kilómetro y medio más abajo. Queda así definida naturalmente un área de 1.500 m de largo y 800 de anchura máxima que he llamado isla H, la cual correspondería tanto al solar de la ciudad mitificada por Hesíodo (la isla Eritia de Gerión, la de los Campos Elisios), cuanto al primer reino occidental reconocido por Heródoto, el Tartessos de Argantonio.

El nuevo paradigma establecido a partir de la singladura coincide territorialmente (por otras vías) con la hipótesis del holandés Abraham Ortelius, considerado el cartógrafo más ilustre de su tiempo. La coincidencia entre ambas hipótesis se aprecia en el detalle que escogió para uno de sus grandes mapas históricos, Hispaniae veteris descriptio, realizado en 1586 por encargo de Felipe II, sobre cuya esquina derecha insertó el perfil de la costa de Cádiz hasta Gibraltar.

Ortelius, de quien se conserva en Leyden una copia ológrafa de Ora Maritima, sitúa detrás de Trafalgar -su Promontorio de Juno- la “llanura argantonia” o ARGANTONINI campus.

Un nuevo paradigma aporta asimismo cierta fotografía aérea de la isla H correspondiente al vuelo del Instituto Geográfico Nacional del año 2000 en la que se aprecia un enigmático conjunto de sombras que nunca se cruzan entre sí. Las sombras se acentúan con los sucesivos virados de color hasta que definen líneas paralelas y perfiles ortogonales. A pesar de que mi escepticismo sobre la fotografía aérea como auxiliar de la práctica arqueológica, debo reconocer que las sombras de la foto en cuestión resultan geométricamente coherentes. Sus medidas pueden estimarse a partir de las del cuadrado que se percibe al sur, cuyo lado mide unos 130 m.

2: La prospección geofísica.

En 2019 el ayuntamiento de Medina-Sidonia consigue que el equipo de georradar de la Universidad de Cádiz (UCA) realice una prospección geofísica en el área interfluvial de la isla H.

Dicha prospección revela la existencia de dos anomalías o irregularidades del subsuelo. La primera es una antigua excavación, hoy colmatada por completo, que se corresponde con un sector de las sombras fotográficas del vuelo del año 2000 y se prolonga más allá de los límites del área prospectada:

Además, en los gráficos que acompañan al propio informe se advierte que la excavación detectada sigue una dirección rectilínea constante y que sus orillas son regularmente paralelas, muy bien marcadas y delimitadas en todo el trecho prospectado. El informe de la UCA estima que se trata de un antiguo canal en cuyos bordes se observan alteraciones lineales, y afirma con extremadísima prudencia científica que presenta indicios de haber podido ser intervenido antrópicamente.

Dicho llanamente: la prospección delata la existencia física de un antiguo canal hoy colmatado que parece haber tenido las orillas guarnecidas o empedradas (?). Y esto allá donde la foto aérea CGN 2000 muestra una línea de sombra que sube hasta el brazo oriental del río y se detiene algo más abajo de la prospección. En dicho fotograma el área de prospección queda definida por el cuadrángulo rojo, y el tramo de canal reconocido lo está por la serie de puntos amarillos. El resto de las sombras que debería haber registrado el prospector según la fotografía no han aparecido, pero dado que la brevedad del informe no facilita la posición de sus límites de campo, lo único que podemos decir es que lo hallado es parte de un continuum de sombras mucho mayor. De tal modo que no nos encontramos solamente ante un canal enterrado: estamos ante la turbadora posibilidad de que el resto de las sombras con las que el segmento del canal ahora descubierto forma un conjunto coherente, fuesen también obra humana.

De la magnitud de ese conjunto que pudiera entenderse como un sistema de canales podrá juzgarse a partir del fragmento conocido, que posee unas dimensiones asombrosas: 24 m de anchura por 3 m de profundidad. La forma del cauce (el vaso) que el informe de la UCA presenta en la parte baja del gráfico, es notablemente regular, si bien parece mostrar una subida más suave por la parte oriental.

No se conocen en territorio español canales de este tamaño. La profundidad media del Canal de Castilla, diseñado para ser navegable entre Segovia y el Cantábrico, no llega a dos metros, y su anchura oscila entre los 11 y los 22 m como máximo. Más ancho que el canal de Corinto, el canal que se ha descubierto ahora en Medina es tan grande que en 100 m lineales de su cauce podrían enterrarse una junto a otra 20 viviendas de una planta y 100 m² de superficie. Habida cuenta de que sólo es un segmento del conjunto que muestra la fotografía aérea del Instituto Geográfico Nacional, podríamos estar ante un sistema de canales de magnitud inusitada.

El hallazgo plantea en sí mismo varias cuestiones sucesivas, la primera de las cuales atañe a su origen. El informe de la UCA aventura la hipótesis de que pudiera tratarse de un encauzamiento natural que discurre entre el arroyo del Álamo y la madre vieja del mismo. Sin embargo, su propia morfología (la rectitud de su cauce y esa anchura constante entre sus riberas que revelan los gráficos) apunta claramente a un origen humano. Ahora bien: la posibilidad de que los 24 m de ancho y 3 de profundidad del canal se excavaran para unir dos arroyos cuyos cauces apenas tienen la sexta parte de ese ancho y la mitad de fondo, parece absurda.

Además hay que considerar las notables alteraciones lineales en sus orillas que menciona el informe, cuya presencia y regularidad descartan el origen natural de la anomalía. Sean lo que fueren, esas alteraciones existen: en los bordes del canal hay algo que no sólo detecta la geofísica, sino también el crecimiento de la flora sobre ellos. Así de contundente lo expresa el pase de Google de 2018 sobre la parte prospectada de la isla H (rectángulo rojo), donde se perciben unas cropmarks regularmente escalonadas en las orillas del canal:

Hay otra razón para descartar que se trate de un paleocauce natural, y es que el canal no llega a conectar con la otra rama del río que cierra la isla por el oeste. De hecho, se trata de un cauce ciego que se interrumpe 50 m al sur de la zona prospectada según puede apreciarse en la fotografía anterior, accesible en Google durante la prospección geofísica, y también en esta ampliación de más abajo. Es obvio que el canal termina de manera abrupta, de modo que nunca pudo existir la corriente que hubiera podido excavarlo.

Tampoco se comprenden las sucesivas bandas de coloración más clara que aparecen seriadas horizontalmente en el fotograma anterior. Todas ellas están en el rango de los 2 m de latitud media, con una longitud que disminuye progresivamente desde los 20 m de las superiores hasta los 12 m que mide la que cierra el canal. Como se aprecia, dichas franjas claras ocupan por completo el ancho del cauce siguiendo sus orillas linealmente, de modo que en esta parte final no hay asomo de escalonamiento, al contrario de lo que hemos visto en el tramo superior.

La isla H c.1870

Por lo que atañe a la época en que fue excavado el canal hallado por la UCA, sólo puede decirse que no es moderno. Se halla completamente colmatado, proceso natural que, dadas la magnitud y profundidad de su cauce, se hubiera dilatado necesariamente muchos años o siglos. Tampoco se ha encontrado registro ni memoria alguna de su construcción y, por último, el mapa más antiguo (c. 1870, izda.) en que aparece la isla H no muestra el menor indicio del canal ahora detectado. Sólo su excavación será capaz de datarlo con alguna seguridad tras el análisis de sus orillas, donde la prospección halló las anomalías alineadas y las fotos de Google muestran esas inusuales cropmarks escalonadas.

También es enigmático el propósito con el que se realizó. Sus dimensiones lo descartan como acequia de trasvase entre las dos ramas del río, para lo que habría bastado un cauce de un metro de ancho y otro de profundidad. En cambio, la excavación de Medina hubo de requerir enormes esfuerzos. Con semejantes dimensiones, cada metro lineal de avance supondría mover unos 40 m3 de materiales, cerca de 65 toneladas métricas. Estamos ante una obra colectiva tan descomunal como inexplicable.

3. La segunda anomalía: las zanjas.

La segunda anomalía registrada en la zona por el equipo de geodetección de la UCA no es más explicable. Unos 70 m a poniente del canal y en paralelo a su cauce, el radar localizó una serie de al menos 20 zanjas paralelas separadas dos metros entre sí con una longitud en torno a los 100 m cada una, aunque continúan al norte y al sur del terreno prospectado (abajo).

Las zanjas también se encuentran colmatadas. Comienzan medio metro por debajo del nivel del suelo actual y concluyen dos metros y medio más abajo. Empero, sólo tienen 40 cm de ancho, lo que plantea la cuestión no menor de cómo pudieron ser excavadas siendo inferior su anchura a la del torso de un excavador normal.

Del hecho de que ambas anomalías corran paralelas podría desprenderse una explicación común: pudieron tener un propósito defensivo. Las zanjas habrían constituido un obstáculo infranqueable para la caballería y el canal para la infantería. Pero en tal caso habría que deducir que con ambas obras se pretendió proteger algo de suma importancia para sus esforzados constructores. Y lo protegido no pudo estar lejos de su protección.

Alberto Porlan. Contacto: nomeuropae@yahoo.es

El libro origen de todo esto.

Prensa reciente https://www.eldiario.es/andalucia/cadiz/hallado-medina-sidonia-canal-artificial-enorme-e-inexplicable-vestigio-tartessos_1_10155816.html